Ingredientes con intención
Un aroma puede convertirse en una herramienta poderosa para desencadenar emociones, mejorar la autoestima y expresar la identidad personal
Teoría del olfato
“Más allá de lo visible”, además de ser el significado de la palabra Amoité, perteneciente de la lengua guaraní, se ha convertido en nuestro eslogan, representando nuestros valores, expresando el gran puente que une las emociones, la mente y el cuerpo.
El olfato, un poderoso sentido que trasciende lo evidente, despertando emociones y recuerdos profundos mediante los aromas que, a menudo invisibles pero altamente impactantes, logran abrazar nuestras memorias y los valores hedónicos de nuestros sentidos.
Nuestras líneas han sido cuidadosamente diseñadas para adaptarse a diferentes personalidades y estados de ánimo, permitiendo que cada individuo encuentre una identidad olfativa que refleje su estilo y esencia. Al apreciar una de nuestras fragancias, se despiertan emociones y recuerdos, transportándote a personas y lugares específicos. Un aroma puede evocar la nostalgia de un momento especial o recordarnos a alguien querido, alcanzando una experiencia única que va más allá de lo tangible.
En Aromas Amoité, hay una profunda comprensión de la psicología del olfato y cómo afecta nuestras vidas de manera significativa, así como el perfume puede mejorar la autoestima y la confianza, nuestras fragancias han sido seleccionadas y creadas, para que nuestros clientes se sientan seguros de sí mismos.
Nuestra preocupación por la preferencia del consumidor, la calidad de los ingredientes y el envasado del producto demuestra nuestro compromiso con brindar una experiencia sensorial completa y satisfactoria.
Aromas que permanecerán
en tu memoria
Historia de nuestros Aromas
MBURUCUYÁ
Passiflora caerulea, flor de la pasión o Comúnmente llamada Mburucuyá, entre otros nombres, derivados del guaraní, es una especie de trepadora nativa de Sudamérica: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
Es popular por sus bellas y aromáticas flores que adornan cercos y jardines en la primavera y verano del Uruguay.
LEYENDA
Mburucuyá era una preciosa doncella española que había llegado a tierras guaraníes, junto a su padre, capitán de la corona Española. Mburucuyá no era realmente su nombre, sino el tierno apodo que le había dado el hombre que amaba, un aborigen guaraní.
Su padre jamás aprobó tal relación, pero de todos modos los amantes se ingeniaban para encontrarse a escondidas, a los pies de una planta que desprendía de sus frutos el aroma más delicioso que jamás hubiesen imaginado…
Un día Mburucuyá esperó a su amado toda la tarde y al llegar al anochecer decidió desistir. Nunca supo qué fue de su amado, pero todos los días y hasta el día de su muerte, lo continúo buscando, perfumada por la planta donde sus clandestinos encuentros duraban eternidades, deseando que el joven guaraní reconociera su dulzura.
Historia de nuestros Aromas
BUTIÁ
La palmera butiá (Butia odorata) es una especie del género Butia de la familia de las palmeras (Arecaceae). La palmera butiá odorata es nativa del sur de Brasil, en el centro-este y sudeste del estado de Río Grande del Sur. Es típica en el este del Uruguay, en praderas y grandes planicies, formando extensos bosques característicos, llamados Los Palmares de Rocha
LEYENDA
Por siglos, el ser humano se ha encontrado con la búsqueda de los viajes en el tiempo. Una leyenda, de poco renombre en la actualidad, nos sugiere que el viaje en el tiempo se logró y que todo nació con una simple amistad y un fruto anaranjado.
Un niño llamado Butiá era amante de las praderas, las cuales recorría a pié, día y noche. Una tarde algo llamó su atención; frente a él bailaba con sus ramas y tronco, un árbol latino. El árbol sorprendido por aquel niño, se paralizó. Días más tarde, fue perdiendo la vergüenza con Butiá y dedicaba sus tardes a compartir historias. El árbol latino le enseñaba su candombe y su carnaval así como también, le regalaba sus frutos. Con cautela, le explicaba que sus frutos eran parte de su ser y que poseían propiedades mágicas, la persona que sintiera su aroma se remontaba a tiempos pasados.
El niño guardó el secreto y al oler el dulce aroma del fruto, sus sentidos se volvieron aún más vívidos y sus recuerdos comenzaban a transportarlo al pasado.
Pasaron años y el pequeño Butiá se enfermó hasta que decidió dar el último suspiro. No podría decirse que falleció aquel día, su cuerpo yace con su buen amigo, el árbol latino y es en donde Butiá podrá seguir confiando el secreto del suave y delicioso aroma que brinda, el viaje en el tiempo.